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En el mundo de la economía, se denomina solvencia a la capacidad que tiene una persona física o jurídica de hacer frente a los pagos de deudas y obligaciones correspondientes a su actividad o a sus compromisos con terceras entidades. Una empresa solvente es la que puede pagar a sus empleados y proveedores, mientras que una persona solvente es la que puede hacer frente a su alquiler, alimentación y demás gastos del día a día.

Solvencia a largo y corto plazo

Como hemos indicado, la solvencia es la capacidad de hacer frente a pagos a terceros por parte de una entidad o persona física. A diferencia de lo que se cree, la solvencia no es el capital que tengamos o la riqueza que generemos. Por ejemplo, una persona que cobre 5.000€ al mes, pero cuyos gastos mensuales sean de 6.000€ mensuales, será menos solvente que quien cobre 1200€ pero su alquiler sea de 300€, sus gastos en servicios básicos de 50€ y sus otros gastos de 300€.

Con las empresas sucede lo mismo. Empresas que muevan volúmenes de capital grandes no son necesariamente solventes. Existen cientos de ejemplos de grandes compañías insolventes, al haber tenido una pésima gestión económica o haberse fundado en base a una deuda que no han podido placar al no generar la rentabilidad estimada.

En empresas, solvencia y rentabilidad son conceptos diferentes. La rentabilidad es la capacidad de generar ganancias, pero la solvencia es la capacidad de hacer frente a deudas y pagos contraídos con terceros. Se puede ser rentable a corto plazo (es decir, generar mucho dinero) siendo insolventes. Esto sucede si la empresa aplaca sus pagos gracias a créditos que han de ser devueltos.

No obstante, una rentabilidad a largo plazo es incompatible con la insolvencia. Ser incapaz de pagar nuestras deudas a largo plazo acabará en una situación de baja rentabilidad.

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Muchas veces se confunde solvencia con capital. Una persona física o jurídica puede ser insolvente poseyendo mucho capital, y viceversa.

¿Una buena solvencia puede hacer frente a todo imprevisto?

Con una buena solvencia se puede hacer frente a muchísimos imprevistos. Tanto en economía personal como en economía empresarial, contar con una buena solvencia no es suficiente. Hay que disponer siempre de un colchón extra para hacer frente a los imprevistos. Una buena solvencia puede hacer frente no sólo a los gastos mensuales, si no a posibles gastos extra.

Un ejemplo ha sido la reciente pandemia. Muchas empresas con una solvencia correcta, cuyos ingresos mensuales superaban por mucho los gastos a los que hacer frente, no tuvieron nunca en cuenta la necesidad de cerrar el negocio por varios meses. Por ello aunque, la liquidez de la empresa y su solvencia puede hacer frente a sus deberes mensuales, el cese de actividad puede convertir esta aparente solvencia en insuficiente.

Lo mismo sucede con la economía personal. Aunque nuestros ingresos nos permitan hacer frente de manera holgada a nuestras obligaciones, es vital siempre disponer de recursos y liquidez extra ante cualquier imprevisto. Desde un despido a una rebaja de nuestros ingresos, una situación de solvencia por sí sola no es garantía de una economía perfecta.

No obstante, siempre existen imprevistos imposibles de prever. En estos casos, debemos intentar sanear nuestra economía, ya sea reunificando la deuda o reinventando nuestro negocio.

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